...y dejó en el tendedero un aire a ropa nueva o recién lavada. Bajo los árboles los pájaros bebían aguas hidratadas con alcohol de cidra negra. Levantaban turbias miradas las niñas que pasaban, imprimiendo letreros de Te Amo en sus camisetas instantáneas. El mar, aburrido de mirar desde la orilla, relinchó y pidió cerveza. Con aguardiente adentro, por favor, rugió saltando sobre las callecitas del barrio. Tres gallinazos que tertuliaban entre las ramas de un mango prefirieron alzar el vuelo y hacer tiempo mientras retrocedía la marea. El sol sonreía, y pelaba unos dientes torcidos pero pulcros sin huellas de carne ni alimentos estropeados. El aire era cada vez más liviano. Plumas desprendidas corrían sin afán, despidiendo pelusa falsa y estampillándose en la espalda de los amigos más antiguos. En las billeteras no había ya sino fotos raídas y nidos de gusanos. Saltaban los ojos de tan vacíos. Y una estampida de ahuyamas bramó en silencio por el futuro de este estornudo trunco. (Tiempo de escritura: 4’ 26”. Edición: 2’55”)
Aquí se leen (o se solían leer) los ejercicios de escritura automática de un tipo al que le encanta levantarse tarde... pero no puede.
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4 entusiastas que decidieron alimentar la máquina:
Esto es de lo más bacano que he leído en estornos, de todo mi gusto, tremendo, brutal, me ensordeció y me tocó parar el trabajo pa servime un vasao de vino.
Salud... pppuapuá!
...qué chico tan veloz sos...
Juan: no tanto lo veloz sino lo falto de ocupación... cuando querás apostamos una carrerita.
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