Aquí se leen (o se solían leer) los ejercicios de escritura automática de un tipo al que le encanta levantarse tarde... pero no puede.

Sobre el tapete rojo de pequeñas cabezas resplandecientes...

...que alguien olvidó en el fondo del desván, se dio de pronto una creciente discusión. Las miles de testas diminutas se negaban a ver pasar sus horas entre polvo y cucarachas, y tras la tos de alguna alguien preguntó por la mejor manera de hacerle el quite al tedio. Una cabeza como todas con forma de alfiler algo ovalado respondió que la tierra era un giro continuado y que lo mejor era bailar al son de su desplazamiento. Ofendida por la candidez de la propuesta otra cabeza casi exacta replicó que la tierra no era nada más que un triste balón de masa amorfa relleno con el fuego que al cabo nos pasaría a todos por sus brasas, y que ante semejante perspectiva lo indicado era comer a manos llenas mientras llegaba la hora miserable. Las risas de unas cuantas cabecitas acostumbradas a ahuyentar las malas leches formaron una nube de ruditos que alteró el fondo de la escena. Casi unidas la una a la otra cantaron como en coro que la tierra era un ensayo en el que no había resultados preferibles, que todo era posible y digerible y que los fuertes eran los que usaban los lentes indicados para cada color del cielo. Antes de cerrar su intervención se decidieron por el baile, meciéndose en círculo como oleadas de pelamen llevada por ciclones: no queremos nada más que ver llegar las cosas, que ver pasar las risas y huir de los dolores. Nos disgusta que ustedes se desplacen llevados por los sueños que no los dejan ver. Entre polvo y cucaracha sonreímos mientras tanto, que no está lejos el momento de pasar al centro de la sala. La multitud no respondió como esperaban, salvo algunos grupos de minúsculas cabezas por aquí y por allá. Las demás o no quisieron escuchar o habían sucumbido ya al cansancio de intentar un escape del tapete al que estaban más que reclavadas.