Aquí se leen (o se solían leer) los ejercicios de escritura automática de un tipo al que le encanta levantarse tarde... pero no puede.

Siento que el conejo me sonríe y asoma por mi oreja

Yo lo dejo que se largue, y le digo "conejo, que la vida te sonría amigo". Él no me escucha pero se pierde sobre las cabezas de la gente dando tumbos. Kioscos de color de rosa. Jamones sencillos que largan un humito pasmoso e hilarante del que todos nos colgamos para pasar el tiempo. Decimos cosas por decirlas. Nos reímos por ejercitar los músculos de la cara. Y le ladramos a las raíces de los árboles hasta hacerlas erizar de amor. Qué bestial que puede ser la palabrería cuando se arroja de frente, sin ponerle matras ni pomburos, qué bonito que puede ser cuajar nubes entre las manos cuando escuchás de fondo lo mejorcito del Cuarteto de Nos. Decile al ovni que se acerca que se largue. Que vos estás de lujo tirado en la pradera y que las manzanas caen fácil en tu mano. Que no tenés nada que hacer en el espacio exterior y que saludos por Marte o por Saturno o por donde quiera que hayan venido. Que vos estás que no te cambiás por nadie. Que una horda de tigrillos te protege y que en la luna tus amigos te ven por telescopio y te escriben chistes que entendés sin verlos. Hacete el muerto si te quieren llevar. Y cuando se hayan ido aplaudí como loco, hasta que lleguen los camiones de peluche y te lleven a tu cama. (Tiempo de escritura: 4’ 27”. Edición: 2’ 46”)

Los labios de las niñas merecen la suerte de los campeones

Si algo se desprende de tus ojos déjalo ir sin preguntarle nada. Cuélgate recuerdos de la infancia sobre la espalda y recréate con las miradas sorprendidas de todos los que pasan. No lances el anzuelo sin ponerle un chicle en la punta, y cuéntales chistes a los gusanos para que su muerte no sea demasiado seria. Nunca cedas en tus pretensiones ante un dueño de circo, corres el peligro de que te ofrezca el papel de simio hembra o que te ponga el gorrito rojo del domador domado. Tapiza de musgo la superficie de tu cama. Negocia con los hongos y vegetales repentinos que pretendan habitarla, y para mantenerte a salvo dales de comer a los zancudos. No aceptes fajos de billetes empacados en enormes tinajas de caucho. Los problemas tienen mejores maneras de llegar. No sueltes la mano de tu novia cuando un tigre la requiera, y cántales poemas retorcidos si logran huir juntos. Embotéllate siete u ocho horas en el trancón más concurrido y aprovecha para crear pequeñas obras maestras, asegúrate de abrir las ventanillas a menos de que optes por conectar el escape de tu carro al aire acondicionado para despedirte del mundo dejando obra inconclusa. Escríbele cartas desfachatadas al club de leones y al ministerio de salud. Y aflora alguna tarde ante los ojos de toda tu familia, que ignoraba que no eras más que una enorme larva con forma semihumana que de aburrimiento ha decidido brotar convertido en una flor carnívora con pétalos gruesos como solomo crudo. (Tiempo de escritura: 6’ 29”. Edición: 3’ 28”)