Aquí se leen (o se solían leer) los ejercicios de escritura automática de un tipo al que le encanta levantarse tarde... pero no puede.

Una nube tiene todo el derecho...

...a ser una nube gorda, hinchada, y a no parecerse a nada. Si uno no entiende esas cosas está destinado a ser un buscador de muñequitos tontos por el mundo. No pueden ser los gatos los llamados a limpiar la faz del planeta de malos conductores. Eso sería tan terrible como hacer estornudar al peor de los gigantes. Si algo no va bien, dalo por perdido o cómprate un motor infalible marca Acme y pónselo en la nariz. Si algo interrumpe tu trabajo haz de cuenta que no ha sucedido nada y suénate la nariz con algún pañuelo hallado en el piso. El arte de estornudar es duro y exige paciencia. No se pueden tener afanes por decir cosas sabias ni por deslumbrar. Es sencillo en teoría eso de dejar bailar a los dedos como locos, pero lo duro vine cuando se quiere tener el control del caballito que se ha puesto en marcha. Por eso, diría un sabio zen, la clave es hacerse la rama de bambú, y dejarse doblar por cualquiera que sea el viento que sople. Por ejemplo ahora, que sobre la arena se dibuja ya la cara imprecisa de una horrenda frase, uno quisiera ceder a la tentación de mandar todo a la porra de un manotazo. Pero se pude pisar la arena, como pisando una almohadilla, y dejarse morder por las burbujas de las olas tarareando una canción que dice: “barambaóoooo, alé-jaté- que yo no soy, un ju-gue-téeee…!” Tiene sus derrotas y sus triunfos, el arte de estornudar. Y mucho va en la paciencia de quien escribe. Porque los estados de trance creativo no vienen así porque sí… que porque ya almorcé entonces me voy a sentar un rato a estornudar. Lo más probable es que el resultado sea un estornudo indigesto, pesado, lleno de lentitudes gástricas. Pero bueno, con paciencia y sin parar va uno y se encuentra de pronto con el fuego de la conexión literaria y pisa fuerte y sale vivo de un corto paseo por algún fresco y relajante infiernito de media tarde…
(Tiempo de escritura: 8 minutos, 15 segundos. Edición: 3 minutos, 23 segundos)

3 entusiastas que decidieron alimentar la máquina:

David E. Guzmán dijo...

Bena, un amigo del colegio, se hacía cosquillas en las fosas nasales para provocarse estornudos, me tocó verlo meterse por la nariz ramitas, minas 0.5 y hasta clips. Le gustaba estornudar al hombre... "Así no, Elvirita!"

Unknown dijo...

Para qué entrar en batallas verbales acerca del arte de estornudar pues a mi ese inhumano trance me causa miedo, ya que casi siempre que lo hago estoy conduciendo mi moto.
Siento que las manos intentan ponerse en frente de mi nariz chispeante, soltar el volante y por ende caer como cuando se vuelve de uno de esos malditos sueños de los que jamás me acuerdo... para qué entrar en discusiones acerca del milenario arte si siempre me causan miedo los estornudos a la hora de rodar por las calles cuando me provocan alergias el smog, el polvo, los olores de olvido que tiene la cera izquierda y de muerte que conserva y genera la derecha... para qué si me da miedo… porque es muy sencillo; solo basta con pensar que en el arte de estornudar siempre se cierran los ojos como acto reflejo propiciándose dos peligrosos momentos: 1. No saber hacia dónde se dirige el vehiculo biciclo.. Quién corre en perfecta trayectoria hacia nuestras humanidades (Una mecánica la otra risible) ni que hueco se avecina en tu recorrido que solo espera tu invidencia temporal para dejarse alcanzar.
2. La más letal. Que en tu ceguera te dejes ir hacia un costado y termines con el cuerpo muy lastimado o sin contenido vital, destripado contra la acera derecha, la que esta de moda, la acera gomela...
Para qué si me da miedo.

Tm dijo...

creo que este es el que mas me gusta =P