Aquí se leen (o se solían leer) los ejercicios de escritura automática de un tipo al que le encanta levantarse tarde... pero no puede.

Cuando los ojos de todos los viejos amanecen azules...

...un cambio sutil pero grave se opera en el mundo. No son pocas las hordas de aves que aterrizan en tropel sobre las calles atestadas de autos. El vuelo de sus plumas desprendidas es en sí mismo un espectáculo digno de ser visto. Hay quienes abandonan sus puestos de trabajo para ir a sentarse en los parques a lanzarles maní a las palomas y poder observar de cerca los ojos de los viejos. Esos días, las nubes se hinchan y bajo la tierra las quebradas ocultas resuenan tumultuosas. Mientras más ancianos se reunen más crece su alegría, sus risas se tiñen de blanco y aún los niños desearían ser viejos, de tan plácidos y frescos que se ven todos. Si un día comienza con aleteos inusuales, y sobre la ciudad se forma una nube entre pálida y brillante, mira a la cara al primer anciano que se cruce en tu camino. Si sus ojos están claros, pintados de azul, busca al siguiente. Y si confirmas que es un día de viejos de ojos azules, no luches contra el magnetismo del ambiente. Déjate arrastrar, y verás cómo desembocas en una plazuela o en un andén donde algunos de ellos sonríen y pintan recuerdos de tonos pastel. Sé noble con todo lo que un día como esos te suceda. Y guárdalo en la memoria. Porque rara vez hay dos días continuos en los que todos los viejos despiertan con ojos azules. De resto, son los ojos tristes y opacos de las legiones de la vejez melancólica los que habitan la tierra. (Tiempo de escritura: 6’ 46”. Edición: 3’58”.)

2 entusiastas que decidieron alimentar la máquina:

Unknown dijo...

Los recuerdos que tengo de ojos azules tiñen mis memorias propiamente de azul... un azul que nunca he podido definir por las inconsistencias entre la recuerdo y el daltonismo... un azul color tarro de galletas, porque hasta este utensilio fue pintado por mi abuelo, el viejo de ojos azules, el que me contó que esa calle… donde ponen un papá Noel gigante en diciembre hecho de bombillos, por la que se llega a la clínica Soma donde amenazaba mi abuela morir cada fin de semana, esa calle que tiene nombre de limite de mar y continente... que esa calle ruge por debajo como queriendo explotar cuando está lloviendo... un recuerdo azul tarro de galletas que me obliga a arrodillarme bajo la lluvia para comprobar que es cierto que la calle gargarea en sus entrañas...
Nunca sabré ni tendré a quién preguntarle porque tanto azul tarro de galletas, porque sobraba este pigmento base aceite o por simple gusto del viejo de ojos azules…

PADRE RESPONSABLE dijo...

¡Eso Milo! Qué buen alimento para la máquina este estornudo de recuerdos con quebrada Santa Elena a bordo, ¡cómo queremos a esa anciana encajonada bajo tierra! Qué bien la imagen del niño que pega la oreja al pavimento bajo un aguacero para escuchar la lluvia que corre debajo. ¿Existen todavía los tarros de galletas con el color de los ojos de tu abuelo?... ¡Dale Milo!